Construir una carrera sostenible

Los lectores regulares de mi blog ya sabrán que recién volví al escenario tras una batalla plurianual con la distonía focal del músico. La recuperación fue un tremendo alivio, y me permitió lanzarme hacia una campaña de proyectos nuevos. Para la época de otoño, ideas que habían estado creciendo a lo largo de varios años parecían listas para brotar, y tenía muchísimas ganas de ponerlas en marcha.

Al principio, esta ráfaga de actividad era electrizante. La descarga de adrenalina y la voz que la acompañaba, diciéndome, “y después de eso harás eso y después de eso harás eso y...” eran novedosas, y francamente un poquito adictivas después de tanto estancamiento. Hice un montón, empecé a entrar de nuevo al mundo, conectarme y aprender muchas cosas, y me hizo sentir bien.

Y luego, como era de esperar, me desgasté por completo. A partir de la semana antes de la Navidad, la onda festiva relajada empezó a ganar terreno, y en solo unos días no tenía el menor interés en hacer nada más que acostarme en el sofá. Está bien, me dije. Solo es el momento para tomar una pausa. Pero en breve el tono tranquilo, acogedor, Netflix-todo-el-día cambió de reconfortante a aletargado. El entusiasmo frenético que me había permitido todo el otoño se desplomó en una pila gris.

Después de unas semanas apáticas, emergió un camino para salir de la pesadumbre. El año nuevo vino y se fue. Tuve unas reuniones que despejaron mis dudas y mi resistencia a unos proyectos, y se disipó mi confusión. Pronto estaba otra vez con el trabajo: escribiendo guiones, filmando, practicando, enseñando. Y en un momento de inspiración, sumé algo más a mi agenda, principalmente porque reconocía que necesitaba aprender sobre ello.

Artículo sobre el estrés y el burnout.

A medida que se volaban los días, cada uno abarrotado a tope, notaba que la sensación de “iupíííí” que había tenido durante el frenesí del otoño había cambiado. El impulso que me motivaba no era la liberación espontánea de energías contenidas; era una clase de desesperación delirante.

Veamos cuánto podés hacer.

Tenés que seguir creando cosas o nadie te va a prestar atención.

Cada vez más a menudo, me daba cuenta de que mi respiración era superficial y que mi mente iba a toda velocidad. En las conversaciones con mi marido, me encontré respondiéndole mecánicamente, sin realmente internalizar lo que decía. La calidad de mi sueño empezó a verse afectada. Un proyecto de video autogestionado y complejo—una grabación de la Cadenza de Penderecki—me llevó al límite. Me aseguré de hacer las cosas que me hacen bien: meditación, gimnasia, una dieta sana. Pero descarté la idea de disminuir mi ritmo. Después de todo, no me había roto el lomo para recuperarme de la distonía para sentarme en el sofá: quería tener un impacto.

Parar la mano

Luego, como muchas veces pasa, recibí una fuerte llamada de atención por parte del universo. Me desperté una noche con el sonido de mi marido volviendo de una sesión de grabación nocturna y miré al teléfono para ver la hora. Había un mensaje de una de las empresas de viaje a la que habíamos comprado unos pasajes para un gran viaje internacional.

Tu viaje ha sido cambiado y el itinerario ya no es posible.

En un instante estalló mi mente y sonó la alarma de mi sistema nervioso.

Más despilfarro.

Luchar contra la empresa de viaje.

Conseguir un vuelo nuevo.

Cancelar otras reservas.

Cambiar mi horario de enseñanza online.

Tiempo perdido de otros proyectos.

¿Y si no alcanzo a dormir y estoy agotada todo el día?

¿Y si estoy demasiado estresada para concentrarme?

Pero afortunadamente me acordé de parar, de detener el torrente de pensamientos ansiosos.

¿Cuál sería la creencia detrás de todo esto?

Me quedé quieta, esperando una respuesta de un lugar más profundo que el parloteo frenético. Vino rápidamente:

Tengo que controlarme a mí y a todo lo demás para que sea todo perfecto.

Me ablandé, y me puse una mano sobre el corazón. Y pensé en todos los momentos durante mi lesión cuando la única manera de calmarme era acordarme de que mi única responsabilidad el día siguiente era enseñar una canción infantil a una clase de nenitos y nenitas. Cuando me vi obligada a bajar radicalmente mis expectativas, tratarme con verdadera bondad y alejarme del juego constante de “¿Y qué lograste vos últimamente?” en redes. ¿Cómo me había dejado caer tan rápido en la misma tendencia?

Para mi sorpresa, alcancé a relajarme y dormirme otra vez. Los dos días siguientes se gastaron en lidiar con los efectos colaterales del vuelo. Descansé lo más posible, aceptando que tal vez no conseguiría hacer mucho antes del viaje a Sudamérica. Practicar, crear recursos sobre la distonía, planificar mi siguiente video—capaz que tenia que dejarlo ir. Pero al tercer día me desperté renovada y noté que no tenía nada en la agenda. Nada salvo la misma cosa que había sido aplazada ya media docena de veces:

Borrador artículo estrés/burnout.

Un Camino al Crecimiento Sostenido

Aún durante los momentos más oscuros de mi lesión, la reconocí fundamentalmente como una oportunidad de cambiar mi relación con el instrumento y con mi carrera. En el fondo, mis costumbres anteriores no eran sostenibles en ningún nivel—físicamente, psicológicamente o profesionalmente. No quería simplemente retirarme a “la seguridad,” a una insignificancia autoimpuesta, una estrategia defensiva que no me permitiría compartirme con el mundo. Pero si quería seguir creciendo, tenía que reorganizarme y construir una base más estable para apoyar mi trabajo.

La parte técnica de ese proceso ocurrió a lo largo de varios años difíciles de reentrenamiento con el Till Approach, lo cual ahora me brinda una base desde la cual extender mis alas creativas. Y la reflexión promovida por esa época desafiante tuvo un efecto profundo sobre mi relación conmigo misma. Pero la transformación profesional no podía encaminarse hasta que me sumergiera en los proyectos que soñaba crear y empezara a trabajar con lo que surgiera.

Entonces, esto es lo que aprendí a lo largo de los últimos cuatro meses: el primer paso hacia una carrera musical sostenible y orientada hacia el crecimiento es una técnica que realmente pueda apoyar nuestros empeños creativos. Con eso en su lugar, podemos empezar a cultivar las siguientes prácticas internas:

Primero, significa proporcionarnos el descanso necesario. Parece la cosa más obvia del mundo, pero es innegociable, y la desestimamos gran parte del tiempo.

Significa realmente, fielmente, apoyarnos a nosotros mismos. Eso no significa nunca sentir miedo o duda, solo significa no dejar que ese miedo o duda nos arrolle. Significa cultivar una presencia tranquila y cariñosa que sea suficientemente fuerte para ayudarnos a atravesar el momento.

Requiere dejar el concepto de perfección. Ya lo sé, más fácil decirlo que hacerlo, pero considerá el costo: el perfeccionismo mina tiempo, energía, y vitalidad de todo lo demás, incluso de nuestra calidad de vida en general (¿y no es eso lo que realmente importa?).

Finalmente, construir una carrera sostenible exige comprometerse con un proceso complicado y laborioso de aprendizaje. Implica sentirse frustrada, abrumada y tonta, equivocarse mucho, y gastar mucho tiempo en corregir los errores. Y vale la pena.

Para rematar: no creo que sea posible acortar el proceso de desarrollar estas cualidades si queremos que nuestras carreras sean sostenibles. ¿Cómo crece un árbol, a fin de cuentas? Una semilla se siembra en suelo frío. Al principio, tiene que empujar contra esa tierra solo para eclosionar y emerger. Luego es zarandeada por el viento y la lluvia, y tal vez picada por algún animal curioso. Mientras tanto, se alimenta de los nutrientes del barro, la energía del sol y del agua. Y si sobrevive los desafíos, al final no son dañinos—son la manera en la que crece.

Que seamos como los árboles, doblándonos en el viento y erigiéndonos de nuevo, algunos más sacudidos que otros tal vez, pero con nuevos capullos cada primavera. Que crezcamos altos y fuertes. El mundo necesita nuestro cobijo, nuestra belleza y nuestro oxígeno.

Nora KrohnComment